TRES AÑOS DESPUÉS DEL 1 DE OCTUBRE DE 2017

 

Tres años después de aquel lamentable episodio de violencia policial, confrontación y desobediencia civil que vivimos en Cataluña el 1 de octubre de 2017 debido a una falta de altura de miras a la hora de abordar un conflicto de resolución política por parte de los actores diversos del momento (tanto políticos como sociales), que se dedicaron a judicializar al extremo y a forzar la legalidad vigente, todo y estar avisados mediante informes jurídicos por los altos funcionarios de las administraciones, incluso a los límites alcanzados que derivaron en lo vivido, nos encontramos aún gestionando las lamentables consecuencias.

Unas consecuencias que han agravado las vías de posible solución y que siguen aún en vías de resolución judicial a diferentes esferas de algunos casos y cumplimiento de condenas penales en otros. A esto hay que añadir el daño (en forma de lesiones y moral) que se propinó a muchas personas que lo único que pretendían era expresar en unas urnas (aunque no fueran legalmente reconocidas) un posicionamiento político sobre un posible futuro sobre el que se le preguntaba por un cauce, quizás no reconocido como legal, pero que al no ser precisamente legal, no era vinculante. La actuación policial que hubo, lo elevó a una categoría que no le correspondía según el ordenamiento constitucional.

Grave error político, que no judicial.

De esas actuaciones policiales de las que parece desconocerse aún quién las ordenó, siguen como investigados unas cuantas decenas de miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Una verdadera pena que aún estemos así.

Salir de todo este embrollo y volver a vivir en un territorio de la Unión Europea como es España y en este caso concreto Catalunya que está dentro de la Eurorregión Pirineos Mediterráneo, nacida el 29 de octubre de 2004, va a costar un tiempo, ya que para finalizar la construcción de una Unión Europea Estado Plurinacional, estos conflictos políticos territoriales que responden a lógicas del siglo XX, deben superarse.

Europa debe trabajar en la construcción y potenciación de una nueva lógica europea que supere el vigente orden de los estados del siglo XX y potenciar la cesión de soberanías de los actuales estados nación hacia el Parlamento Europeo como principal parlamento legislativo y máximo nivel de la administración europea.

Una nueva administración europea, a mí juicio, que debe basarse en el Estado de la Unión Europea con su parlamento y presidencia del gobierno con sus ministerios, unas Delegaciones del Estado de la Unión Europea en las actuales capitales de los estados, las Eurorregiones como segundo nivel de administración con sus parlamentos y consejerías, las Áreas Metropolitanas de las grandes ciudades europeas como tercer nivel de administración y los municipios como cuarto nivel de administración de proximidad de la Unión Europea.

Si estamos dispuestos a dar este gran salto político y administrativo, Europa se salvará de las graves crisis que están afectando y afectarán a los distintos estados del bienestar vigentes hoy, que por separado, se ven incapaces de dar respuestas efectivas y garantizar futuros mejores para la ciudadanía.

Sólo así Europa podrá llegar a ser un actor mundial del nuevo orden, que se empieza a dibujar en este ya entrado siglo XXI, y mantener aquello por lo que siempre han luchado generaciones anteriores de europeos, por los valores propiamente europeos, compartidos, libertad, igualdad, fraternidad, derechos fundamentales, seguridad social, atención social y sanitaria, seguridad, defensa, justicia, cultura, gastronomía, deporte, ocio, turismo, tecnología, investigación, sostenibilidad, etc.

Sólo bajo una misma bandera, la de Europa, saldremos reforzados de cualquier eventualidad, pero debe haber generosidad, voluntad por parte de los líderes políticos y visión geoestratégica conjunta de los escenarios futuros que tenemos a la vuelta de la esquina.